Son numerosos los problemas con el cual cada habitante de esta ciudad se ve afectado a diario. Baches, desorden en el tránsito, un mercado municipal (1) en constante peligro y sus consecuencias como el cierre de una calle y sus veredas, la permanente violación a las ordenanzas municipales –incluso por las propias autoridades–, y como si fuera poco, sonados casos de corrupción, entre otras situaciones que dejan a San Lorenzo con un panorama poco alentador.
Escasos nombres son los recordados en la era democrática como buenos intendentes: Ovidio Meyer (1989) y Miguel Curiel ([+] 1991).
En tanto que desde 1996 hasta nuestros días, los casos de corrupción han sido denunciados uno tras otro y sin excepción alguna; lo que nos muestra el deterioro político en todos los niveles. A lo que debemos de calificar de lamentablemente; en otros casos, es que ninguno de ellos ha hecho el mínimo esfuerzo por sacar a la ciudad del atraso.
Pero tanto es nuestro “atraso” que si nos ponemos a comparar con otros tiempos, da pena afirmar que tan bajo se ha descendido moral e intelectualmente. Ejemplos: Para muchos de nuestros políticos hoy es algo normal violar las normas comunales. Igualmente poco y nada les importa la preparación y la dedicación a sus funciones públicas.
Es una pena que la democracia en nuestro país hasta el momento haya aportado muy poco con nuestra clase política, con personas integras y capaces.
Ya es hora de que la sociedad sanlorenzana empiece mayormente a reflexionar sobre los sucesos municipales. En efecto, estamos viviendo momentos muy importantes desde el punto de vista informativo, que gracias a las nuevas tecnologías nos permiten estar mejor informados de lo que pasa en nuestro San Lorenzo del Campo Grande. Por lo tanto es de esperar que tal oportunidad sea aprovechada para tomar posturas sobre algún asunto que afecte a la comunidad.
Nuestra pequeña patria urge de un mayor protagonismo cívico para desprenderse de quienes los han hundido con su mala gestión. Hay que controlarlos constantemente, denunciar y exigir su castigo y en su debido memento, negarles el voto.
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