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27 de marzo de 2018

Es eso lo que se exige

[Análisis y Opinión] La gran victoria de San Lorenzo dejó varios puntos interesantes por analizar: la notoria mejoría en el funcionamiento del equipo, la madurez de algunos jugadores, la garra que se imprime en los minutos claves y la frialdad de Orteman a la hora de cambiar a las piezas que desencajan. Eso por un lado; por el otro, la preocupante falta de gol, que casi nos vuelve a costar un partido.


Por Sergio Velázquez


Qué duro hubiese sido hablar, a esta altura, de una derrota, ¿no? ¿Se imaginan ustedes? Que San Lorenzo, en dos partidos, sume solo un punto, siendo que en ambos actuó de local. Desagradable, ¿verdad? Y mirá que estuvimos cerca de eso.

Pero qué bueno que no fue así. Qué bueno que el Rayadito se acostumbre a superar a sus rivales en el trato de la pelota. ¡Es tan lindo ver que el equipo sabe a qué juega! Es genial tener la sensación de que vamos a pelear por subir y no por “no bajar”.

San Lorenzo jugó su mejor partido desde que Orteman está al frente de la dirección técnica. En ninguna de las 34 fechas de la Primera B se vio al equipo con tanto brillo. Tampoco en los amistosos de cara a este campeonato, y contra River (la fecha pasada) empezamos muy mal, pero en el segundo tiempo entró mejor, y ahora ante Liberación esa versión se mejoró aún más, tanto así que en los noventa minutos el Rayadito dio muestras de lo que quería y peleó hasta el final, prácticamente sin haber sentido ese duro golpe del gol de la visita, que a cualquiera lo desestabilizaría.

Ese gol que recibió San Lorenzo fue una puñalada. El fútbol no podía ser tan injusto. No podía serlo con un equipo que mostraba mucha más ambición, más ganas de ganar, más carácter. Muchos (espectadores) se habrán sentido vencidos, y no era para menos; pero el Santo, insisto, peleó con mucha injuria. Sufrió más de la cuenta, cierto, pero finalmente consiguió un resultado que combina perfectamente con lo ocurrido en el campo de juego. Si no ganábamos, el culpable terminaba siendo el arquero Derlis Espínola, quien evitó incontables llegadas.

Todos jugaron bien. En el manejo de la pelota hubo poquísimos errores visibles. El equipo estuvo ordenado en todas sus líneas; el único que actuaba de espectador era Quiñónez. Después, “el resto hacía el resto”. El Rayadito mostró flaquezas defensivas en la parte final, pero era producto de que ya no había nada que perder, y se fueron todos arriba, con la garra que mencionamos al principio de este artículo.

Hay madurez en algunos jugadores. Bruno Sierich, quien llegó a mitad del año pasado, parecía ser uno más del montón, y el técnico mucha bola no le dio. Hoy es tremendo lateral izquierdo. Colabora defensiva y ofensivamente, sin desordenarse. No es un improvisado y respeta su puesto. Felipe Rivarola parece haber entendido cuál es la función de un volante extremo, de tanto que Orteman insiste con hacerlo jugar ahí.

Orteman ya no se muestra caprichoso cuando tiene que cambiar. No le gustó Víctor González; lo sacó. Contra Liberación lo necesitó de vuelta; lo puso por Gallardo. Castillo no rindió contra River; ya no entró en el segundo tiempo y el viernes ya no estuvo ni en el banco. Se convenció de que

Díaz era necesario arriba; lo hizo jugar de titular. Hoy tenemos un técnico que ya no tarda en tomar decisiones, por más difíciles que sean.

La definición es la materia pendiente. Aunque, haciendo un análisis pronto, cuatro goles en dos partidos no está nada mal. Pero, no es menos cierto que al equipo le cuesta llegar a ellos; por eso no le ganó a River, y casi nos quedamos con las ganas contra Liberación.

Entusiasma este presente del Rayadito. Seguramente se vendrán pruebas más difíciles, rivales que están mejor preparados, canchas algo complicadas. Así que, se espera que el equipo responda del mismo (o mejor) modo que lo viene haciendo.

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